¿Nos casamos?

Dos palabras, una gran implicación. Muchas personas sueñan desde pequeñas con casarse, otras no piensan en ello, algunas se mortifican porque cumplen cierta edad y no lo han hecho, en fin. Hay múltiples reacciones y opiniones ante la famosa institución del matrimonio, la cual, no podemos negar, es un fenómeno con el cual vivimos diariamente.

Personalmente creo que no existe nada mejor que la vida en pareja, ya sea de sexos opuestos o del mismo sexo, lo importante es compartir la vida con ese otro que nos complementa, pues para mí no hay nada más importante en una relación que eso, el complemento. De esta manera quiero exponerles las fases de la relación de pareja que todos experimentamos para que reflexionemos un poco.

Como les he comentado, cada ser humano tiene su estructura de personalidad creada por sus experiencias vividas y moldeable a través de los años. Cada quien tiene su propia forma de pensar, de decir, de hacer, de actuar, pues no existe un individuo igual al otro, de lo contrario, sería muy aburrido. Es por esto que cuando dos personas se encuentran y comparten esa energía, ese sentimiento, esa sensación, el mundo por unos minutos, literalmente se detiene.

Lo anterior es lo que llamamos la etapa de enamoramiento (ojo, no podemos confundir esta etapa con el amor verdadero), la cual consta de tres fases principalmente: la atracción, la idealización y la actitud de compromiso. La atracción en este momento es completamente física, hacia ese alguien que nos mueve el piso y nos hace sentir literalmente cosquillas en el estómago sin saber aun por qué. Luego idealizamos a esa persona y justificamos el porqué de dicha atracción, para luego pasar al compromiso, cuando vemos que la cosa es mutua.

Durante esta etapa, las personas presentan cambios a nivel cognitivo, pues pierden la concentración en las actividades del día a día, centrando su atención en ese alguien, pueden volverse obsesivas, llegar a sentir miedo al abandono, y solo piensan en eso, no existe otro tema de conversación que sea de su agrado. Así mismo, experimentan cambios fisiológicos, pues pierden el apetito, pueden sufrir de insomnio, tienden a estar muy nerviosos e incluso en ocasiones, presentar taquicardia. Y, por último, cambios biológicos, teniendo en cuenta que el cerebro segrega sustancias responsables de la felicidad y la excitación típicas en esta etapa, como la adrenalina, endorfinas y la dopamina.

Posterior a esta fase o durante la misma, viene el famoso noviazgo. En esta etapa, ambas personas se comprometen a dedicar su tiempo a actividades gratificantes y afectivas, a conocer lo bueno del otro, a mostrarse en forma positiva, a respetar la independencia y la privacidad del otro (no en todos los casos, ya lo sé, y menos en las sociedades patriarcales), y aparece entonces el deseo de convivir con esa persona y de comprometerse.

Todas las decisiones que tomamos traen consigo tanto consecuencias positivas como negativas. Cuando decidimos comprometernos a estar únicamente con esa persona, prometer fidelidad y convivir junto a ella, estas consecuencias comienzan a aparecer, en ocasiones, de manera sorpresiva y, desafortunadamente, negativa.

Comencemos con la desidealización del otro. En el enamoramiento, idealizábamos a nuestra pareja, pues la mayoría de las veces, lo que se experimentan son emociones positivas; todo es felicidad, risas, aventuras y seguridad, pues hasta un gesto grotesco nos parece tierno. Al convivir con esa persona, nos damos cuenta de que no todo es color de rosa, pues también existe la tristeza, la frustración, la rabia, y todos y cada uno de los seres humanos lo experimentamos. El problema radica en cuándo aparecen y de qué forma.

De igual manera, aquellas actividades novedosas y gratificantes disminuyen, ya que aparece la rutina y es aquí cuando la pareja debe ser creativa y evitar caer en la temible monotonía que aburre y hace que perdamos el interés en el otro y en la vida en pareja.

Y no es solo la aparición de las rutinas, sino el espacio que debe dedicar el otro a su familia, amigos y a su trabajo, disminuyendo así el tiempo que invertían en pareja a actividades excitantes y novedosas. En este punto les digo, no se den mala vida, hablen con su pareja, comuníquense y lleguen a un entendimiento. La vida tiene muchas situaciones negativas como para pelear por unas cuantas horas que le dedique su pareja a un hobby, a sus amigos o a sus familiares (sin caer en los extremos), de hecho, esto ayudará a fortalecer la relación, ya que se le da importancia al ser humano como tal, como individuo y no como una extensión de su pareja.

Adaptarse a esta convivencia no es tarea fácil, más no es imposible, y cuando se encuentra el balance, nos damos cuenta de que no hay nada mejor que compartir nuestra vida con ese alguien especial. Para hacerlo, es importante tener satisfacción a nivel sexual, de seguridad y de compañía y proyectarse junto a esa persona, siendo siempre cómplices, aun cuando discrepen en ciertas cosas (para mí, mejor aún si existe tal discrepancia; la vida se vuelve más interesante cuando conoces y aceptas distintos puntos de vista diferentes al propio).

Luego viene la vida en pareja como tal, en donde se consolida más la relación, ya sea en unión libre o contrayendo matrimonio. Para tomar esta decisión es importantísimo tener en cuenta que la comunicación es la base de toda relación y aun cuando suene cliché, es el mejor consejo que me han podido dar, pues el matrimonio no consta únicamente de una linda fiesta.

Cuando aprendemos a comunicarnos con el otro, logramos buscarle una solución al problema y no más problemas a cada solución. Así mismo, es clave ser empáticos, ponerse en los zapatos del otro no es nada fácil, pero si lo hacemos, aprenderemos sobre el mundo del otro, sobre el porqué de su manera de ser y de actuar y solo así, podremos crecer junto a esa persona.

Después del matrimonio o de la unión marital de hecho, llegan en algún momento y en algunos casos, los hijos. Estas personitas van a aportar alegría a la vida, en algunos momentos, y tormentos, en otros. Hay parejas que desean ese hijo con locura, otras entran en crisis ya que no estaba en sus planes. Lo importante es pasar la crisis y tener claro que la vida en pareja se debe reestructurar, pues vienen nuevas obligaciones y responsabilidades y recordar que la vida como la conocían dejará de existir, pero de cada quien dependerá si desea que esta nueva vida tenga todo el sentido del mundo o sea una mortificación para siempre.

La clave en esta etapa cuando llegan los hijos es no olvidar a la pareja. Si bien es cierto los hijos necesitan de toda la atención, sobre todo en los primeros años de vida, la  pareja también lo necesita y si no se consolidan desde ese momento, la monotonía volverá a aparecer; la satisfacción disminuirá cada vez más, la depresión podrá asomarse, las escenas de celos aparecerán, la ansiedad  aumentará y la crisis entonces, volverá, lo cual puede llevar al divorcio, el cual en mi opinión es necesario en algunas ocasiones, pues existen crisis que no tienen solución pero para sobrellevarlas, les recomiendo buscar ayuda, ¡la terapia de pareja es encantadora!

Por último, la relación de pareja vive otra reestructuración cuando los hijos se van de casa a estudiar o se casan y crean nuevas familias, pues este momento genera crisis, ¿qué hago yo ahora solo? Les recuerdo, no están solos. Si olvidamos a nuestra  pareja cuando aparecieron los  hijos o antes , será muy difícil recuperarla  cuando estos se vayan, así que mi recomendación es  que no la olvides desde  un principio.

Llevo poco tiempo casada, pero sí mucho comprometida con mi pareja. Comprometida a crecer juntos, a aprender del otro, a equivocarnos y levantarnos juntos, a conocernos en nuestros mejores y peores momentos, pero, sobre todo, a dedicarnos tiempo, a no olvidarnos del otro. Veo con algo de asombro cómo muchas personas le temen a viajar o a ir a cenar en pareja, sienten que no van a tener tema de conversación y necesitan de amigos o familia para hacer su experiencia más amena. A estas personas les digo que replanteen este pensamiento y se atrevan.

Arriésguense a viajar con su pareja, tómense un fin de semana y dejen a sus hijos al cuidado de sus familiares (siempre estarán mejor cuidados con la abuela), tómense una copa de vino, disfruten una serie en la televisión, léanse el mismo libro y compartan opiniones, intenten buscar un hobby juntos, pero nunca, nunca, nunca, olviden a su pareja, pues es mejor estar solo que sentirse solo dentro de una relación.