Embarazo: una palabra, múltiples interpretaciones

Desde hace un tiempo me acompaña el deseo de ser madre. Sé que no es algo que sienten todas las mujeres ni constituye el deber ser. Sin embargo, es un deseo que yo sí he sentido y el cual quiero compartir con ustedes.

Quiero aprovechar este espacio para hablarles de algo que va más allá, pues el embarazo tiene múltiples significados, así como múltiples interpretaciones. Para algunos es una bendición, para otros, un milagro, para un grupo, una tragedia, para otros, el peor error y, para otros, simplemente una aparente diversión.

Soy de las del grupo que lo consideran una alegría, una dicha, un cumplimiento de un deseo, siendo consciente de la responsabilidad que esto conlleva, pues me aterra ver a la cantidad de personas que deciden traer al mundo a sus hijos para ofrecerles un calvario, para ahogarlos en sufrimiento, para llenarlos de carencias que les dificulta su camino por la vida, para intoxicarlos con su abuso y para maltratarlos con su violencia.

Decidir tener un hijo, para mí, no fue una decisión cualquiera. No les puedo negar que es algo que deseaba desde hace algún tiempo pero que por x o y motivo, prefería postergar. “Nunca será el momento indicado” me decía a mí misma y lo hablaba con mi esposo, pues siempre habrá algo o más bien, siempre nos hará falta algo, porque sí, no me cansaré de decirlo, somos seres en falta y nos cuesta conciliarnos con ella.

En la sociedad de la cual hago parte (al igual que en muchas otras, pero hablo de lo que conozco), existe una gran presión con respecto al matrimonio e indudablemente a tener hijos. Es como si la vida fuera del matrimonio y de los hijos fuese una vida sin ton ni son, ¡que lejos están de la realidad!

En mi caso, no había reunión familiar o fiesta entre amigos que no me hicieran la famosa, y en ocasiones, incómoda pregunta: “¿y los hijos para cuando?”, como si fuese un martirio disfrutar del tiempo con mi esposo.

Así mismo, la presión aumenta cuando te casas, pues te preguntan dónde vas a vivir, si vas a tener ayuda, si ya compraste el carro adecuado para la silla del bebé, si ya tienes ahorrada la plata para el bono del colegio y de la universidad, mejor dicho, te hacen preguntas y te juzgan como si fuesen ellos quienes fuesen a vivir la vida por ti, y eso, indudablemente, puede generar angustia, confusión y mucho, pero mucho miedo.

Miedo de no cumplir con ese ideal dentro de la sociedad. Miedo de que tu hijo(a) no encaje porque no tenga el último computador de moda. Miedo a que te juzguen si eres una mamá que decide trabajar, pero también miedo a que te juzguen si eres una mamá que no trabaja. Pues nadie está satisfecho entonces siempre habrá lugar para la crítica.

Y qué decir de la lactancia. Miedo a que te digan que eres una “mala madre” por no lactar a tu bebé. Miedo de que te digan exagerada por lactarlo mucho tiempo. Miedo a que te digan que eres una insensible por no lactar (aún cuando físicamente tu cuerpo no te lo permite, y nadie conoce tu sufrimiento interno, o porque simplemente decidiste no hacerlo).

Miedo a que tus hijos no encajen en la pequeña burbuja. Miedo a que la burla los convierta en seres inseguros. Miedo a que tus ideales no vayan acorde con lo de los demás padres. Miedo, miedo, miedo…

Traer al mundo un bebé, en esta y en cualquier sociedad, genera muchísimo miedo y el que diga lo contario, que alce la mano y se presente, pues me encantaría conocerlo.  Lo anterior no es lo único que genera miedo, pero quise mencionarlo porque siento que es algo que todos piensan pero que nadie habla y que muchos sufren en silencio.

Para mi, el miedo mayor tiene que ver con la crianza de mi bebé; perderme como profesional; no poder con ambas identidades/roles; alejarme de mi esposo por estar dedicada en cuerpo y alma a mi bebé, pues mi mayor anhelo es que crezca con un apego seguro, y no me importa si tiene o no tiene el computador de moda, ya que esto no lo hará ser una persona íntegra, pero sí lo hará tenerme como referente y como figura de contención.

Sí lo hará tener el cariño y el afecto de su papá y de su mamá, tener unos maestros que el demuestren que tampoco son perfectos, que se equivocan, que se caen, que se levantan. Enseñarle que la vida es dura, que la vida está llena de pérdidas, pero también de alegrías, que la vida es un misterio que jamás entenderé pero que hago el intento a diario por hacerlo.

Ese es mi mayor anhelo, traer al mundo una criatura que piense por sí mismo, que se cuestione todo, que me cuestione (aún cuando en algún momento me pueda sacar de quicio), que reflexione sobre el mundo, que jamás tome una verdad como absoluta, y que sea capaz de construir su propia historia y de descubrir su propia verdad.

Que utópico y qué difícil, pero es lo que decidí y no veo la hora de emprender este largo viaje. Espero me acompañen y me compartan sus miedos, sus frustraciones, sus deseos y sus anhelos. ¡Nos vemos en la próxima entrada!