25 de mayo de 2021…
Literalmente me quedo sin palabras cuando me preguntan qué sentí al ver a mi hijo por primera vez. Pensé que era una utopía, que no podía ser cierto que acabara de salir de mi (¡y de qué manera!). Que todo era tan sublime, tan sobrenatural y él tan frágil, tan pequeño, tan necesitado y a la vez tan lleno de vida.
Recuerdo solo decirle al pediatra: “déjamelo un ratico más encima mío” y preguntarle que por qué no lloraba. Luego se lo llevaron y escuché a lo lejos su primer llanto. Un llanto lleno de vida.
Les confieso que, durante todo mi trabajo de parto, el cual fue corto, pero bastante intenso, le hablé a mi papá (quien murió hace 6 meses) pidiéndole fuerza y protección. Creo que me dio justo lo que necesitaba y me recordó que ese pequeño iba a necesitar de mi toda la vida y que era mi responsabilidad como madre brindarle mi cuidado y protección, tal como él siempre me la brindó.
Han pasado 16 días desde el parto y hay cosas que sigo sin entender. Otras que sigo sin poder explicar. Otras tantas que no tengo la menor idea si estaré haciendo bien, pero de lo que sí estoy segura es de que no cambiaría ni un segundo de esta, mi nueva realidad.
Hay demasiadas opiniones, muchas teorías que se contradicen entre sí. Me ha parecido importante escucharlas, pero lo que más me ha servido (y que aún cuando sea psicóloga me costó entender) es que CADA BEBÉ ES UN MUNDO. No existe una premisa más cliché, pero más real que esta.
Absolutamente ningún ser humano es igual al otro, y esto se refleja desde el nacimiento. Hay bebés más glotones que otros, hay otros más dormilones, hay unos cuantos más llorones, etc. No podemos dejar que la comparación nos dañe el proceso tan increíble e indescriptible que es conocer a esta nueva personita que llegó, en mi caso, para cambiar mi mundo y alegrármelo de sobre manera.
No les niego que he llorado muchísimo. Las hormonas están cumpliendo su función. Todo es tan novedoso y a la vez tan difícil. Son muchos cambios que hasta que no se vivan en carne propia, no se pueden entender en su totalidad.
Lloro de la emoción de verlo; lloro de la felicidad que ha traído a mi vida; lloro de ver a mi esposo ejercer su rol de padre; lloro porque siento que es muy indefenso y que espero estar a su altura; lloro porque a veces siento que no come lo suficiente (y luego me pregunto: ¿qué es suficiente?); lloro porque duerme bastante y es “muy bueno para ser cierto”; lloro porque no va a conocer a mi papá; lloro porque la lactancia es un mundo mágico y extremamente complejo; lloro y lloro…y quiero que sepan que es completamente natural.
Hoy 25 de mayo decidí escribir estas palabras porque quiero invitarte a ti mamá a que le abras literalmente la puerta a todos los cambios y a las emociones que trae consigo la maternidad y a que las valides. No te dejes contagiar por los comentarios negativos de los demás. No dejes que tu nuevo rol se vea en peligro por palabras de quienes no conocen a tu bebé. No permitas que nada ni nadie interrumpa tu proceso, porque este es único y nadie lo vivirá como tu.
Mamá recuerda una cosa: no solo estás conociendo a tu bebé, también te estás conociendo a ti como madre. Estás ejerciendo un nuevo rol. Tienes una nueva identidad, una que desconocías y es natural que esto te aterre, pero recuerda que el instinto es superior y que nadie será mejor madre para tu bebé que tu, así con tus miedos e inseguridades. ¡Pues que levante la mano la primera madre que no tiene miedo!
No olvides que no existen verdades absolutas. Que lo que le sirve a la vecina tal vez no te sirve a ti ni a tu bebé y que solo tu (y tu pareja o sus cuidadores) eres capaz de conocer las señales de tu bebé y suplirlas.
Ánimo que no estás sola, te acompaño en tu recorrido, te aplaudo y te espero en mi Instagram @ps.francescamancini para que compartamos experiencias.